viernes, 14 de marzo de 2014

Por un paradigma penal más humano

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Como miembros de Usina publicamos el siguiente comunicado elaborado en conjunto con otros espacios que conforman el colectivo.


Comunicado USINA en relación al proyecto de reforma del  Código Penal.


Desde que se hizo público el anteproyecto para reformar el Código Penal, se disparó una discusión que día a día se alejó cada vez más del Código y su función en la sociedad. Un diputado nacional dijo que con la sanción del nuevo código: se reducirían las penas de veinte delitos graves; más del 80 por ciento de los delitos pasarían a ser excarcelables, entre ellos el tráfico de drogas ilegales y las “entraderas y salideras”; se eliminaría la figura de la reincidencia; el 86 por ciento de las penas pasarían a cumplirse con prisión domiciliaria; bajarían las penas de alrededor de 146 delitos, entre ellos el homicidio agravado, la violación, la tortura, el abuso de menores y la trata, y se eliminaría la prisión "perpetua" para los casos de secuestro extorsivo. Todas estas aseveraciones descansan sobre dos ideas: por un lado, que existe una relación entre los años de cárcel que establece el código para tal o cual delito y la propensión a cometer ese delito, es decir, entre la pena y la inseguridad. Esto implica darle a la pena un sentido de venganza, prevención, o intimidación que no se corresponde con la definición constitucional de la misma, que es la reinserción adecuada de la persona encarcelada. Por otro lado, que "los delincuentes"  son agentes esencialmente distintos del resto de las personas: nacen de esa manera, viven de esa manera --delinquiendo--, y tienen intereses fundados y organizados de modo tal que "pujan" sobre la legislación penal, buscando leyes "más garantistas". Para este sector del arco político, en otras palabras, "los delincuentes celebran" el nuevo Código que el resto de la sociedad padecerá.

Todas estas afirmaciones, así como las ideas sobre las que se asientan, están equivocadas. Primero, porque no es el Código Penal el que define qué delitos son "excarcelables", sino que son los códigos procesales  y los jueces quienes deciden quién irá a la cárcel y quién no. Segundo, porque detrás de la idea del fin de la "reincidencia", se sostiene que "es lo mismo" cometer un delito una o diez vez en términos de pena a cumplir, desconociendo que las penas se acumulan y considerando a la reincidencia como algo distinto de lo que es: un agravante que los jueces usan para aumentar la pena -en términos de años en la cárcel-de quienes ya fueron condenados a la prisión, y para negarles la libertad condicional. Varios jueces han considerado a la figura de la reincidencia como inconstitucional, porque implica juzgar dos veces al acusado por el mismo delito. Por ese motivo la figura se sacó del Código pero se ampliaron los agravantes y se mantiene el registro de antecedentes. En tercer lugar, porque la existencia de penas alternativas a la prisión no hace que la misma desaparezca sino que, por el contrario, reemplaza parcialmente a la libertad condicional, de modo que ningún detenido que en la actualidad no cumpla con los requisitos para acceder a la libertad condicional podría gozar de una pena alternativa a la prisión. En cuarto lugar, porque el código no  reduce las penas de 146 delitos sino que rebaja las de 116, incluye 85 tipos penales nuevos, despenaliza 17 conductas, y aumenta las penas de 159 delitos. En quinto lugar, porque el contrabando de estupefacientes mantiene la misma pena que en la actualidad. Por último, afirmar que "los delincuentes celebran el fin de la perpetua" es una falacia porque la prisión llamada "perpetua" no existe como tal en los hechos dado que es inconstitucional. Los delitos tales como secuestros extorsivos, torturas, violaciones, etc., no ven modificados sustancialmente los años de prisión establecidos en el Código Penal actual.

En cuanto a las ideas que sustentan este discurso, urge reafirmar que existe una amplia evidencia respecto al tema de la relación -nula- entre la pena establecida para un delito y la propensión a cometer dicho delito. La existencia de una relación causal entre el endurecimiento de las penas y la disminución de la delincuencia -es decir, el efecto disuasorio de la comisión de delitos que tendrían los castigos severos-ha sido puesta en cuestión desde puntos de vista criminológicos, políticos y filosóficos desde hace décadas. En segundo lugar, la separación conceptual entre "el delincuente" y "el hombre de a pie" omite el hecho de que todos, en mayor o menor medida, infringimos la ley. Los delincuentes no existen: existen las personas que son alcanzadas por el sistema penal. Estas aseveraciones,  junto con las dos ideas sobre las que se asientan -el vínculo entre pena y nivel de conflictividad y la idea de que la delincuencia es una condición y no una situación- tienen un objetivo claro: llevar toda la discusión sobre las conductas que la sociedad no puede tolerar -eso son los delitos-hacia un plano conservador que pone el valor de la propiedad por encima del valor de la vida, que ve en el castigo la solución a la conflictividad y que estigmatiza a los jóvenes pobres: el paradigma de sujeto-delincuente que proponen estos sectores de la dirigencia al imaginario colectivo.

Frente a estos intentos de llevar la discusión pública hacia los niveles más degradantes de la comunicación humana como el odio al que es distinto -el enemigo-  y la mentira repetida a grito pelado, desde USINA queremos, en primer lugar, celebrar que haya sido un órgano democrático -de representantes del pueblo elegidos por voto directo- el que se haya encargado de redactar y comenzar a discutir el anteproyecto del Código Penal. En segundo lugar, convocar a todas las fuerzas políticas, sociales, de la sociedad civil, de la academia, y del derecho, a participar de una discusión real, franca y abierta, acerca de la reforma penal, de cara a otros desafíos tales como la reforma penitenciaria, la vigencia plena de los derechos humanos en los espacios de encierro, etc. En tercer lugar, discutir esta reforma desde la única perspectiva que consideramos posible: poniendo a la persona humana en el centro de la escena, con intervenciones penales más inteligentes y menos dolorosas. En este sentido, destacamos la discusión de herramientas tales como las penas alternativas a la prisión y ansiamos discutir que dichas herramientas se pongan efectivamente en uso. También expresamos nuestra satisfacción por la propuesta de compensación mediante la cual se le resta a la pena legal, la pena sufrida de manera ilegal. Al mismo tiempo, manifestamos nuestra preocupación por la implementación de estos cambios y nuestro interés por discutirlos de cara a un paradigma penal más humano.


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Martín Antoniucci m.aantoniucci@gmail.com
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