A continuación se trascribe el relato de Sonia "La gallega", participante del taller de Limando Rejas en Ezeiza, quien relata su experiencia personal en relación a las requisas a las que diariamente son sometidas quienes se encuentran privados de su libertad, sus familiares, allegados y visitas.
Su experiencia se vincula con la difusión del "resumen del fallo sobre requisas vejatorias" que está subido bajo ese nombre en el presente blog.
Su experiencia se vincula con la difusión del "resumen del fallo sobre requisas vejatorias" que está subido bajo ese nombre en el presente blog.
Este relato también forma parte del libro que estamos preparando para publicar en este año desde Limando Rejas.
“Este es el relato de mi
experiencia vivida con la ‘requisa carcelaria’.
Empezaré diciendo que soy
extranjera y es la primera vez que me encuentro en esta situación y por
circunstancias de la vida. Como imaginarán, llegas a prisión con mucho miedo,
ya que no sabes lo que te espera. Pero pronto te lo hacen saber.
Pasas por manos de la requisa en
cuanto llegas, y cada vez que te sacan de comparendo. A la salida y a la
entrada.
Su modo de actuar es llevarte al
retén (habitación dividida por paneles y cortinas mugrientas, sin ninguna
higiene) y obligarte a subir la remera, desabrochar el corpiño, bajarte los
jeans o calzas y también a veces los calzones.
Todo eso con unos modales dignos del ejército.
¿Saben ustedes cómo nos hacen
sentir? Ultrajadas, vejadas y sin dignidad alguna. Eso me sucedía cada vez que
me sacaban del penal y no podías decir ‘no’. Hasta que llegó el día que empecé
a estudiar un curso llamado Derecho
Social, y allí comencé a aprender los derechos que como seres humanos y
presas teníamos. Entre ellos: el derecho a decir ‘no’ a estas requisas
vejatorias.
Y así sucedió. La siguiente vez
que me sacaron de comparendo, en el retén, cuando me iban a requisar, me negué.
Me amenazaron con sancionarme, llevarme a los tubos (celdas de castigo), etc.
Yo les respondí: ‘Que lo hicieran, que yo les pondría un habeas corpus.’ Muy
asustada, me mantuve firme y no lo permití. Ellas se justificaban diciéndome,
que era para comprobar que no tenía golpes. Les respondí: ‘Que ellas no eran
nadie para comprobar eso, que si alguien debía hacerlo, era el médico.’ Y lo
llamaron. La doctora me preguntó s tenía lesiones y le respondí que no. Solo me
miró la espalda y las piernas sin necesidad de desnudarme para nada. A
continuación firmé el parte de ‘no lesiones’ y salí de comparendo.
Sé que existen aparatos para
poder requisarnos, sin tener necesidad de someternos a estos tratos inhumanos.
Los tienen disponibles en Ezeiza y yo me pregunto: ¿por qué no hacen uso de
ellos? ¿Disfrutan humillando a las personas, sometiéndolas?
A partir de ese momento, siempre
me niego porque ese es mi derecho. De hecho, no he vuelto a tener problemas.
Cuando me amenazan, les digo: ‘Yo no me niego a pasar por el scanner, pero sí a
quitarme la ropa. Si me obligan les hago un habeas corpus y nos vemos ante el
juez.’ Con eso las controlo.
Doy gracias a estas jóvenes
profesionales de los derechos, que nos dan la fuerza suficiente para
enfrentarnos a la requisa con las leyes en la mano.
Gracias de corazón.
Sonia, la gallega.”
Sonia, la leona! Lo que contás me llena de bronca y tristeza enorme, estas prácticas inhumanas que se llevan a cabo por ambiciones de poder - humillar para hacerse valer, degradar para agrandarse a sí mismo, un asco! El conocimiento sobre los propios derechos muchas veces es la única herramienta útil en estas luchas cotidianas - qué muchas de uds. lo perciban como tal y le tengan acceso! Espero que sigas escribiendo, que también es un modo de lucha. No te vencerán, leona! Te abrazo con carinio, Annika.
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